miércoles, julio 28, 2010

No podes...

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hacer cola para comprarte un puto Iphone 4!



El aparato en cuestión.

martes, julio 27, 2010

5 seconds films

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Películas de tan solo 5 segundos de duración. Con este video se darán cuenta del tipo de humor tonto que me puede hacer reír. El resto de los videos que ví no me resultaron taaaan graciosos. Recomendación: si tienen una conexión lenta de internet dejen cargar todo el video. Para ver el resto pueden entrar a http://5secondfilms.com

jueves, julio 22, 2010

Capitalismo

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"El capitalismo es una fuerza de aglomeración fría, internacional, sin patria ni corazón. Es, en otras palabras, la aglutinación de lo espurio del dinero. Es también el acaparamiento de la riqueza"

Perón, 21 de septiembre de 1944.

domingo, julio 04, 2010

Artesanata

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Ochenta pesos un collar, sí. ¿Qué esperaba? Si quiere algo más barato, a la vuelta hay unas nenas que por dos mangos le hacen un adornito con chapitas de gaseosa. ¿Tiene idea del tiempo que me llevó esto? Si no anda apurado, le cuento. Cuénteme. Estas piedras son de Mongolia. Pertenecieron a un lingüista ruso de nombre Vasiliy. En ellas se descubrieron las primeras inscripciones del alfabeto cirílico. Un kazajo que andaba por el desierto de Gobi ofreció su camello y tres mantas a cambio. El lingüista, que ya había abandonado su investigación por falta de financiamiento, se desprendió rápido de las piedras y regresó en camello a Ulán Batur, la capital de Mongolia. En el camino se cruzó con unos colegas franceses que no pudieron creer lo que había hecho. Alquilaron un jeep y se fueron a la siga de las piedras. Cuando encontraron al kazajo… ¿Lo encontraron? Sí, pura casualidad. El tipo estaba gritando su nombre en la frontera con China para que lo dejaran pasar –era un diplomático y los oficiales chinos se le habían retobado. Mire usted. Ya en territorio chino, los franceses lo interceptaron y lo indagaron por las piedras. El kazajo, que estaba medio enojado y llegando tarde a algún lado, dijo cuatro palabras y siguió viaje. ¿Qué dijo? “Se las vendí a un argentino”. Son seis palabras, no cuatro. Las dijo en mongol, amigo. Pero no me deje mentir: desconozco el idioma. ¿Y el argentino era usted? No. Se trataba del Rabino Jacobo Goldstein, el padre de una novia que tuve. Antes de llegar a Argentina, el vuelo de Jacobo hizo escala en la Ciudad de Kuwait. Por ahí andaba yo, así que lo alojé las doce horas que estuvo en tránsito. ¿Y se las regaló nomás las piedras, el rabino? No, se las dejó olvidadas, junto con el cepillo de dientes. Cuando volví a Buenos Aires, no supe nada más de los Goldstein, ni de Jacobo ni de su hija, de quien para ese entonces, yo seguía siendo el novio. ¿Le sigo contando? Sí, claro.
Las piedras eran muchas y muy pesadas. Como sabía el valor que tenían, se las di a Juan, el loco de aquel puesto, para que me las picara y les diera forma con el torno. Así fue que quedaron del tamaño que usted las ve ahora. Se perdieron los rastros del alfabeto cirílico, pero no la historia que aquí le remito y que todavía no termina. ¿Qué pasó después? Me quedé con algunas piedras y vendí un buen puñado al Museo de Bellas Artes. Con la plata que me dieron, pensé en comprarme el pasaje a la India. ¿Era muy caro el pasaje? Al de avión no llegaba. Me había gastado mucho en boletos de Prode. Pero fui al puerto y me ofrecí como camarero en una embarcación que iba a buscar conteiners de muñequitos a Mumbai. En el viaje, le enseñé las piedras al hijo del capitán, un gordito de 10 años; y él fue el de la idea de los collares. Era muy hábil atando sogas y se conocía infinidad de nudos. Le enseñé hacer nudos en miniatura se llamaba macramé. Le di un par de hilos y le pedí que combinara dos o tres nudos para hacerme diez collares con cada una de las piedras. A cambio, yo le guardaría las sobras de la cocina. ¿Sólo diez collares tiene? Tenía, dos collares los perdí, no sé cómo. Con cuatro soborné a la policía india para zafar de un altercado con una señora mayor. Me quería cobrar de más el alquiler y me fui sin pagar. Cuando me encontraron, acababa de venderle tres a un jeque árabe que me ofreció a cambio a una de sus hijas. Una vez resuelto el problema, fui a buscar a la hija del jeque a Arabia Saudita. El collar que me quedaba fue para ella. ¿Pero cómo? Dos los perdió, cuatro a la policía, tres al árabe y uno a la hija. Son diez en total. Ya no le queda ninguno. A la hija del árabe la vendí al mes, sin collar. Con eso junté bastante para volver a Argentina. La chica era muy bonita. Me quedó su collar de recuerdo y es eso lo que hoy le ofrezco por sólo ochenta pesos. Está bien, lo llevo, pero dígame: ¿qué hacia usted en Kuwait cuando se encontró con el rabino? ¿No le dije? Un curso de Sufí, la doctrina del que está muerto para sí mismo y sólo vive por la Verdad.