"Che, mañana vengan todos con camiseta amarilla"

Seis jugadores tienen ya la camiseta con el escudito que vagamente dibuja un mate rodeado de unas letras que dicen: "Empleados de Administración del Estado". Claro, antes el torneo se jugaba de a seis hombres por equipo. Pero el tiempo pasó. Los brazos musculosos que lucía Edgardo en aquella época no son los mismos de ahora. Donde antes corrían cinco mientras que uno atajaba, ahora caminan nueve mientras que otro hace Tai Chi Chuan en el área chica.
Ojo! no a todos los años les pegan igual (vaya máxima). Algunos aún conservan la forma, la postura y la actitud del profesionalismo que nunca tuvieron pero siempre creyeron tener (el caso de Julito por ejemplo, en el margen superior derecho de la foto, es uno de ellos).
Hay otros a los que mucho no se les puede objetar, su contextura física y su atracción por los golpes siempre los ha marginado a la práctica de otros deportes (Cacho, único con camiseta de rugby).
Pero, también hay quienes nunca anduvieron bien en ningún deporte, me refiero a aquellos cuyo merito siempre fue mantener la estima alta de sus compañeros. Los clásicamente denominados "locos", los que nacieron para la música, los que no distinguen entre amarillo y naranja (o no les importa), esos que a veces suelen usar vinchita viste?.
A qué viene esto? Hace mucho que no juego al fútbol y el fulbo, más allá de la pasión (que no sé que mierda es pero que estoy seguro, la tienen todos los deportes) el fútbol tiene diversidad, es un deporte donde juegan todos, nadie puede decir "yo no sé jugar" (a lo sumo dirán "yo no sé atajar" y eso demuestra que no sólo si saben jugar sino que además no son ningunos boludos). Lo único que hay que hacer en el fútbol es patear la pelota hacia una red, el resto se construye libremente. Un juego atado a tan pocas reglas permite una diversidad infinita de movimientos. Esa riqueza hace del fútbol un deporte tan bello y a la vez, como si fuero poco, universal.